Choi Gap-bok, maestro de yoga coreano, consiguió escaparse de la prisión de Daegu de un modo muy ocurrente. Harto de estar encerrado, se untó el cuerpo con aceite y se escurrió por el hueco por donde se le pasaba la comida.
No obstante, la alegría le duró poco, ya que tan solo 6 días después fue enviado de vuelta a la prisión. Esta vez, en una celda con una ranura mucho más estrecha. El pobre Gap-bok se quedó sin más aceite en sus comidas.
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